Sobre una tierra blanca y caliente
duerme la huella de un pie descalzo
que ni los aires del mar salado
logran disfrazar y permanece.
Sopla el otoño con voz que agrede
cubriendo de hojas el lomo blanco,
pero la marca del viejo paso
allí perdura con la intemperie.
Llega el invierno, llega la nieve,
y allí que sigue bajo su manto
aquel estigma de duende sabio
siendo el trofeo de quien merece.
El tiempo corre sin detenerse
y en primavera surge el encanto,
el verde nace junto a aquel rastro,
la flor respeta lo que contiene.
Cuando se quiere y es de verdad,
el sentimiento va perdurando
y quien camina con pies descalzos
crea una huella que es inmortal.