LS9

Hoy no quiero saber nada

Hoy no quiero saber nada
y a la vez necesito estar en todo: 
Llegó la invasión a Ucrania
y desde allá nos alcanza el lodo.

Se desató la jauría de misiles,
pero también la lluvia de comentarios.
Los detalles nos llegan por miles
y todos se creen dueños del abecedario.

No sé si me duele más el temor
de la población escondida en el armario,
o si realmente me quiebra el dolor
de su hasta ayer bombardeado oculto en los diarios.   

No hay buenos ni malos. Defensores del imperio, 
retrocedan porque no les doy pista: 
para conservarlo anuncian el cementerio.
Tampoco pase Rusia, que enfangó el sueño comunista.

Mientras atiendo la Serie Nacional de Béisbol
y la Europa League –El Barcelona está ganando 3 a 1–,
allá lejos hay personas que solo saben de rezos
y no deciden si maldecir o agradecer cada segundo.

Parece lejos, pero está aquí mismo.
Nunca un conflicto me había preocupado tanto,
será porque desde hace meses me acerco al marxismo
o porque este planeta no soporta otro asalto.

¿Tengo derecho a escribir un poema?
Ninguno ¿Y qué me lanza hacia adelante?
El deber de compartir las penas
y de sumar la poesía a la caballería andante.

Pero aún queda una interrogante sin respuesta
¿Por qué solo nos preocupamos de lo que
Estados Unidos y la OTAN traen a la mesa
y olvidamos a los que no tienen voz para gritar su sed?

¿Cuántos mueren cada día por contaminación,
hambre, enfermedades curables, nunca por amor?
Y jamás les regalamos un instante de compasión
a esas sombras sin rostros que alimentan el sol.
  
Estoy al decir: «Ucrania, aparta de mí este cáliz».
César Vallejo perdonará mi razón.
Ese país dividido en tantos, 
padre de tantos hijos, late como el corazón
mundial acuchillado en todos los flancos.