Hubo un fecundo pasado
que a la historia fue desecho.
Días que, por alegres,
los hombres no dañaron,
brotaron las sonrisas.
Amor que, al instaurarlo,
breve fue su permanencia;
a humanidad un haz de espada.
Vació el pecado en sangre,
y el mirar noble de hombres
en cuerpo y alma quedo libre
de la muerte que lo mata.
Isaías González