VISTOSO VUELO TRANSOCEÁNICO
Con la subida al avión,
se acortan sobremanera las distancias;
aunque se trate solo de dar un paseo
sobre el mar, sobre la mar procelosa;
con el rayo de sol siempre presente,
contra el morro brillante a todas horas,
aunque sin recalentar en ningún caso la carcasa.
Me siento cerca del motor y escucho
este latido, este logro importante de la técnica
–muchos años tardó el ser humano
en despegar los pies de la tierra–
pero, a la vez, este runrún autónomo,
mecánico se impone sobre el instante,
sobre el salto transoceánico incluido,
sobre un bravo mar
que, con paciencia,
mantiene la esperanza de abrazar
al aparato, de engullirlo y empujarlo,
cuanto antes, hacia sus capas
marinas más profundas y más frías.
Gaspar Jover Polo