Decía que yo era el consentido
y que siempre me hiba amar en su vida
y me sentía feliz pero tenía en mí
un presentimiento que cuando me iría
al trabajo unos cuántos días, ya encontraba
la cama vacía que pena contigo,
hoy la veo en esa avenida ni su encantó
tiene ni para lanzarle un piropo yo sigo
alegre en mi casita porque mi Dios me
da esas bendiciones en mi labores y vivo cómodo sin su compañía hasta
en mi alcoba luce de vivos colores
para alegrar mis días y el alma mía.