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Cuando el plomo me agreda sin motivo
quizá solo un recuerdo quede ileso,
la muerte me dará su último beso
y la guerra un adiós definitivo.
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Las lagrimas serán para el ser vivo
que abrace el ataúd a mi regreso,
la impotencia será el perro sabueso
que nunca dejará de estar activo.
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Armado y dialogando con mi suerte
tengo la angustia siempre de mi lado
y un miedo que sin duda se me aferra.
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Puede ser que mañana no despierte,
por culpa de algún brujo desquiciado
que vive sin peligro bajo tierra.***
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*** En su bunquer.
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Fotografía y poema : Ramón bonachí.