Me llama a ser distancia de la hoguera
el miedo y enternecido miro al cuervo,
tranquilo. Él me mira y así me espera
con filosofía si aún conservo
el perdón del olvido. Esta quimera
no es epitafio, no es mito el acervo
oscuro, callado, ¡la gran locura!
¡El de amar con tanta exaltación, sin cura!
“no duerman en su negra sepultura”
Pareciere convencerme el graznar
del cuervo. A veces le veo en gran altura,
sin vicio el credo, el negro trasvolar
del rapaz. El siniestro, la dulzura
espera sin cansarse de esperar,
¡escapa, cuervo, aprisa, de los hombres,
de sus golpes, sus odios, ¡no te asombres!
La sombra se acerca y el sueño fatal,
llega la guerra, ¡oh! querer aún más
del graznido extraño, ¡el ave mortal!
Así, aterido, el verbo tenaz:
¡El cuervo se ha ido en la noche letal,
con la ideología del contumaz,
el cuervo se ha ido ya no volverá
y si halla la paz ahí quedará!