EL ORCO
Aun rebajadas las expectativas,
en busca de conquistas decrecientes,
la lucha se esfumó de nuestras mentes
al rechazar aquellas invectivas
que, para nuestra «paz», eran lesivas,
pues, en lugar de ser intransigentes
solo éramos saltimbanquis ausentes
inclinados ante las comitivas;
mansos, respetuosos y apáticos
como dientes del engranaje obsceno
de aquellos relojes automáticos
que disfrazan todo lo malo en bueno.
En tanto «EL ORCO» de los dogmáticos
nos decretó muertos con su veneno.
El veneno de su hiel descompuesta
que ametralla con efluvios infectos
para aniquilar todos los efectos
de un «CAMBIO» en su vida maldispuesta
y oxidada, de avidez manifiesta
que le impele a los actos abyectos
–tan propios de los cerebros erectos–
que ahogan esa «VIDA» que detesta.
«VIDA» de igualdades y fantasía;
de corsés flojos y desabrochados;
de aires y de vapores de amnistía
para todas y todes abrazados.
«ORCO» que, con su boca apretaría
viejos gatillos desengatillados.