Cualquiera puede
mirar y contemplar
el mar lejano.
Las blancas olas,
alegres, cantarinas
y las resacas.
Algunos barcos
surcando el horizonte
altivamente.
Y, por supuesto,
cualquiera puede, ver
lo que imagine.
Un tren marchando,
por algas y salitres,
rumbo a la mar.
Unas sirenas,
buscando a los viajeros,
en la estación.
Dos monaguillos
fumando en una esquina
del hospital.
Algunos médicos
de guardia, en la capilla,
sin sacristán.
Cualquiera puede,
pensar que estamos locos
y es la verdad.
Rafael Sánchez Ortega ©
18/02/22