Me liberaste del miasma que no me dejaba sonreír.
Tomaste mi mano y me llevaste a lugares altos,
Me cuidaste cuando enferma, y te quedaste allí
A mí lado cada día para hacerme sonreír.
Aún sin tocarme pudiste germinar en mí.
Tus ojos decían cosas, mi corazón daba saltos.
Ahí fue cuando conocí lo que le llaman ser feliz.
Vos tenías la fe, yo, puse las ganas de vivir.
No pude de tu cálida paciencia uir
Te mostré mis defectos, y fue en vano
Los acariciaste, me acariciaste y los dejaste ahí,
mostraste mis cosas buenas, y me volví aprendiz.
Nos conocimos y nos quisimos eso es un bello coincidir.
Te he encontrado, mitad de mi alma, y hecho un pacto,
algún día en esta terrenal vida, o en la que nos ha de sobrevenir.
Me tendrás sonriendo a tu lado besándote al fin.