Escapé
de aquella habitación oscura
adornada de murciélagos
que me inocularon el virus del miedo.
Sobreviví
a ese túnel interminable
cubierto de ruidos confusos
que me invocaban el terror.
La pequeña luz de una vela
me acompañaba
mientras jugaba con el sueño
de existir libremente.
La vida
mar de interminables olas,
simples perturbaciones sin control.
Existir,
adaptarse al vaivén
de la infinita incertidumbre.
La orilla vestida de arena
recibe un leve rayo de luz;
discreta y sencilla
acaricia un nuevo amanecer
envuelto en la duda
de múltiples matices.
Me levanté
con la fuerza del Altísimo;
lancé la red donde tanto lo intenté,
hasta pescar el amor, la alegría y la paz.
Escalé la dificultad
cargado de felicidad.
Soy el protagonista de mi existencia,
con una actuación única e irrepetible.
Algunos actores rechazaron mi guión,
antes de su emocionante realización.
Las bestias de mis temores
las vencí con una resistencia ilimitada,
medicina ajena a lo material,
a rituales mágicos;
brotó de la profundidad de mi corazón,
donde mora la confianza,
simple mirada refugiada en mí.
Con alma de niño
hoy me asomo a la verdad.
El conocimiento,
el verdadero tesoro.
Huyo de la tragedia
de morir en vida.
Aprendí a reír, amar y soñar.