Aquellas mañanitas que todo se cubría
de esencias de claveles con mágico fulgor;
recuerdo que escuchaba la dulce sinfonía
que viene con la nota del verdadero amor.
Aquellas primaveras que todo parecía
la fiesta inmaculada del azahar en flor;
anhelo de adorarla del alma me nacía
igual que si escuchara la voz de un ruiseñor.
Entonces fue que supe de luz y poesía,
de música y de versos, de rimas y fervor;
al contemplar sus ojos con rayo que ofrecía
la dulce pincelada de un manto acogedor,
en donde tiernamente mi sueño se dormía
sintiendo de su boca su beso hechizador
Autor: Aníbal Rodríguez