Ben-.

Maldad-.

A una poesía afable, tranquila,

sencilla, sin porvenir, sin remedio,

perfectamente estéril, como un campo

de dinosaurios enmohecido. Sí. A eso

aspiro yo. A una poesía que no se ocupe

de ningún tema, de ninguna materia,

de ninguna duda, y que quiebre en cambio,

todos los inoportunos senderos del desequilibrio.

Un arroyo de agua de vectores inquebrantables,

una señorita de uñas dulces que no pronuncie

nunca tu nombre, hombre, una poesía ciertamente

obtusa e idiota. Una poesía que no se entrometa,

en fin. Donde no florezcan, incisiones puras

en las mejillas ni en los párpados, y que inaugure

una nueva etapa en la historia. Antes, de pena me

iba muriendo; déjenme tener pues,

la última risotada-.©