Un verso dulce y simpático
llegó presto en un poema,
con el brillo de una gema,
a mi ser parasimpático.
No era un verso tan socrático;
ni cicuta, que te quema,
como dice el teorema,
que la diera aquel fanático.
Era el verso dulce y místico
irrumpiendo con hazañas,
como el sol, en las montañas,
con su don característico
dando un toque paisajístico
penetrando las entrañas.
Era un verso muy fructífero
produciendo ricas mieles
a la sombra de laureles
en las manos de un plumífero.
Pero no era en sí mortífero
de los que producen hieles;
era miel, de los claveles,
en aquel bosque conífero.
Y la pluma muy homérica
por el mundo iba dejando
el amor que iba regando
derrotando la esotérica
y con júbilo gritando
¡Viva Latinoamérica!