Y me la llevé a Rio
creyendo que era de Buenos Aires y era de Montevideo.
En las últimas esquinas encontramos un restaurant cuya especialidad eran los fideos las lasagnas y otras lenguas no tan muertas.
Se abrieron las puertas y entramos a donde estaba don Pedro
el que hacía el pesto y otros spaguettienredos.
Una jauría de perros ladró a lo largo del río
como en coro
muy extraño
muy emotivo.
No quiero decir su nombre ni su apellido.
La verdad es que se llamaba Susana y no usaba corpiño.
Era una verdadera mujer de asalto.
En el cuerpo a cuerpo.
Yo era su único enemigo.