Su mano sobre mi mano
sus besos sobre mi piel
sus ojos, color de miel,
me enamoraron temprano.
Evoco de aquel verano
una carta en un papel
con aroma de un clavel
a la sombra de un manzano.
Recuerdo que le brillaron,
sus ojos, como una perla
porque alegres… ¡me miraron!
¡Y cómo, no iba quererla,
si hasta mis manos temblaron,
con ansias de poseerla!
¡Ah recuerdos del pasado,
que han dejado ya sus huellas!
Unas tristes, otras bellas,
para un loco enamorado.
Y no escribo avergonzado
recordando unas querellas
porque bellas como estrellas
en mi cielo se han posado.
Los recuerdos indelebles
viajan como forasteros
que van viendo los luceros
con reflejos muy endebles
que trastocan la memoria
siendo parte de una historia.