Oigo el ritmo arrebatador
de la serenidad y los encuentros
hay palidez en las flores
no está quieta la noche .
Se estremecen las colinas
con las sombras escurridas
dejando huellas frescas
atrás inspirados versos.
Mi mente no está tranquila
la ilusión no está fecunda
los rayos fustigan el cielo
los odios ígneos se avivan.
Lluvias púrpuras vertidas confusas
arrebatan la claridad de la luna
ella iba hilando las estrellas
se extinguen las noches perlas.
Los niños bordean el horizonte
los hombres exhalan fosforescencias
con su virgíneo aliento
exponen sus frisos antes risueños
El ocaso se volvió permanente
mis versos solo son calcinantes
al ver mi ojo ya turbio la hostilidad celeste
y las almas peregrinas de perdidos besos .
La avaricia y el miedo ha transformado mi verbo.