La noche oscurecia los pensamientos y el alma. Atrás quedó helandose el suspiro de lo que ayer fue carne. Hoy pende de una boca seca, sola y rota. Todo lo que se da, se pierde, y lo que no, se muere. Eran las estrellas las que apagaban el cielo con sus ojos limpios, y allí, tambaleantes en el éter, soñaban con ser luna y ser testigo de dos cuerpos fundirse y, morir con el tiempo en el olvido. Olvido que para uno no existe y que hoy es boca sola esperanzada, suspirante de la boca que no suspira porque en aquella noche se dejó en el aire el último suspiro, si fue, que quiso darle.