De mis entrañas bien roídas
esquilmadas por la aspereza
estudiadas por aniquiladores
perezosas a base de disparos
terribles como una sombra sin friso
de mis entrañas bien podridas
donde el frío alivia la senectud
y los lapiceros cuelgan de la idea
como en un análisis frío de vacías conclusiones
números ortopedias signos arrancados
de la tumefacta congregación partidaria.
De esas entrañas bien consolidadas
donde el almuerzo presenta déficit
de arañas, o en la frente abre su luz
un incremento de soledades exploradas,
allí, donde los labios operan sinuosas
plantaciones abigarradas.
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