SONETO ASESINO
(El coyote al que atropelló el tren)
Se empeñó en parecerme diferente;
tenía un aspecto enclenque y apático,
con un halo muy ruin y enigmático
al mostrarme su espíritu sufriente.
Impostando que era muy complaciente,
pero con el rictus axiomático
de quien solo busca lo pragmático,
disimulaba hasta que me hincaba el diente.
Solo los negocios eran lo suyo,
intentando acumular la riqueza;
esa, con la que yo le retribuyo,
pero... ya le he cortado la cabeza
y, mientras el desagüe desobstruyo,
lo voy descuartizando pieza a pieza.