En el aire comenzaron a pulular mariposas grises,
por lo que el cielo poseía un color distinto.
Había un mal presentimiento,
se escuchaban malos presagios.
El miedo empezaba a apoderarse de los sentidos.
Un día cualquiera, el viento abrió las puertas de golpe,
pero lo que entro no fue solo el viento.
Entro un jinete sin cabeza con un látigo en la mano,
detrás venia su sequito de jinetes con cabeza, pero descerebrados.
Todos entendieron el mensaje,
la batalla ya había comenzado,
no se puede dialogar con seres descerebrados.
El calor ya era perceptible,
el fuego ya era insoslayable.
Pero buenas personas le hicieron frente.
Luchando espadas contra espadas,
protegiéndose espaldas contra espaldas.
Pero no fue suficiente.
El jinete sin cabeza tenía un as bajo la manga,
les había arrancado el corazón a toda su manada.
Estaban dispuestos a seguir hasta la orden más malvada,
y eso que ni siquiera comprendían la razón por lo que luchaban.
Y es que, sin cerebro, corazón, ni cabeza,
de lo humano solo queda su naturaleza.