Casi desvanecidos
pero incansables,
en los charcos de la piel
donde tu imagen se evapora
entre el imán y la huella,
chapotea la luz,
única elevación
tejida por garabatos
de insolente infancia,
corona de orates,
tierra ganada
al fuego,
que es manantial
de mi boca y su revuelo,
paisaje que busca unrostro
donde hospedarse
y surcar de nuevo la simiente
del centelleo,
como luciérnagas expertas
sosteniendo el alarido
de la noche,
fragante horizonte
aplastado entre violetas.