Algunas veces nos preguntamos si, en nuestros días, los riesgos que asumimos, los esfuerzos que encaramos y las palabras que escribimos tienen algún valor en el ocaso de la vida y si todo ha valido la pena o nos ha dejado alguna enseñanza o ha servido de testimonio de lo que quisimos demostrar.
QUE VALGA LA PENA
En medio de mis caos o en la plenitud de mis armonías;
al inicio del amanecer o cuando el sol se cuelga del horizonte,
que valga la pena lo que he vivido en mis noches y en mis días,
en ciertos pocos éxitos o en las futuras penurias que yo afronte.
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Y viviendo tantas variadas experiencias en cada uno de estos días
en donde, cometiendo errores y algunos aciertos, yo he aprendido
que, arriesgando, es la apuesta a ganar, que es toda mi filosofía,
y, pues, entonces, ¡que valgan la pena los riesgos que he corrido!
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Por eso, creo que, desde siempre, he puesto el hombro sin quejarme
y a pesar de las cosas que no salen bien y por lo que me conmuevo,
(aunque, en ocasiones, me detuve, y en otras, escapé, para alejarme)
así y todo, ¡ojalá valga la pena tanto esfuerzo para empezar de nuevo!
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Entonces, en el pasar de mis tiempos y en el cósmico devaneo de mi vida,
la única humilde reflexión que me queda, como la más sabia resultante,
es: ¡que valga la pena lo que escribo en mis heroísmos y en mis huidas,
y que esto sea testimonio del valor o de la cobardía de este tunante!
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Eduardo Faucheux
07-03-2022