Llegaste a mí.
Fui por ti amada…
Los destellos de mis ojos
eran de tus ojos
los destellos.
¡Dulces miradas!
Enlazabas mis manos
con tus manos.
¡Caricias anheladas!
Saboreabas mis besos
con tus besos.
Aspirabas mi aliento
con tu aliento y un abrazo
era una llamarada.
Tu calor y mi calor
hacían de nosotros uno…
como el cuerpo y el alma.
Y la ternura, mezclada
con el aire, flotaba.
Mágicas olas nos mojaban.
Ellas irradiaban hechizo…
Bailaban nuestras risas.
Cantaban las palabras.
Inesperadamente,
llegó desde la nada
la obscura tempestad
que mutiló mi suerte.
Tú te volviste hielo;
o nieve… sin invierno.
Después te evaporaste
como el agua al hervir
expuesta a un alto fuego.
¡Te convertiste en nada!...
¡Puro olvido y silencio!
Yo, sedienta de ti,
en mi tormento…
sacio la sed bebiendo,
sorbo a sorbo, los recuerdos.
Amelia Suárez Oquendo