Freddy Kalvo

FabulaciĆ³n

Estaba un sapo en el charco

mirando una mariposa

que volaba, cautelosa,

sobre aquel estanque parco.

 

Eran horas muy tempranas

con la brisa y su frescura

sobre estanque de agua impura

con el canto de unas ranas.

 

Y la mariposa hermosa

con sus alas coloridas

se lucían extendidas

de manera muy pomposa.

 

Y aquel sapo, fijamente,

no apartaba su mirada

cada vez que ella volaba,

la miraba complaciente.

 

Se acercó muy circunspecto

aquel sapo lisonjero

escribiendo en un letrero:

«¡Usted tiene lindo aspecto!»

 

Y siguió aquel coqueteo

muy cargado de lisonja:

«¡Se parece a bella monja,

que en su cuerpo nada es feo!».

 

Y se fue ruborizando

la preciosa mariposa

con lisonja que “amorosa”,

el batracio iba endulzando.

 

Y… muy cercana, una rana,

escuchaba pormenores

con sus celos caladores

mirando aquella fulana.

 

Y la rana enardecida

mucho lodo le tiraba,

aquel celo no aguantaba

y la puso embravecida.

 

Y…

 

La que el sapo enamoraba

no sabía de intenciones,

le importaban emociones

de quien mucho la adulaba.

 

Pero aquel sereno sapo

continuaba su odisea

pensando… «Si no aletea,

al descuido yo la atrapo».

 

Y llegando aquel momento

la polilla se confió

aquel sapo la tragó

como almuerzo suculento.

 

Hoy las enseñanzas quedan

de la historia relatada:

«Que si el alma está adulada,

fácilmente la depredan».

 

Y cuando el alma no adulan

afloran los malestares,

viviendo con avatares…

«¡Qué en todos lados pululan!»

 

Lo primo, a la mariposa;

lo segundo, a la ranita,

que al sentir pesada cuita,

se sintió muy poca cosa.

 

«No te dejes seducir,

con palabras rimbombantes;

y aunque brillen cual diamantes,

haz tu estima relucir».

 

«Segura gira la tierra

y a su propio eje se aferra».