Nicaragua atiza el fogón
en patio de brumas,
peina trenzas canas
guardando sus años en cada dedo;
enseña con tiza las primeras letras
a niños chintantos,
arrulla las lágrimas, constela de
abrazos, íntimas heridas.
Nicaragua amolda espumillas
sobre los sartenes,
palmea tortillas en el campo
abierto del occidente;
sujeta columpios coreando
promesas de días dichosos,
custodia latidos, guardando
la vida por la madrugada.
Nicaragua se envuelve de lágrimas
esperando a un hijo,
desgasta sus brazos
entre rezos hondos
desgarrando el cielo,
anida un suspiro en una esperanza
que pronto caduca,
resiste valiente
aprieta sus fuerzas para que resistan.
Nicaragua, empuña sus manos,
su piel es justicia;
nos muestra sus palmas,
no exhiben armas,
solo su trabajo;
cicatrices mondas despliega orgullosa
de afrontar la vida.
Es una caricia, en momento
exacto que emana sonrisas.
Nicaragua,
en su esencia,
tiene manos de mujer.