Lo mejor de mí, se llamaba Nana y era una perra, sí, y yo la amaba. Siempre dispuesta para hacer o no hacer nada, a esperar paciente mi llegada. Una caricia, una palabra, cualquier cosa le bastaba. Y cómo no quererla si era mi mejor yo oliendo el mundo a ras de suelo!!! Y mi Nana, mientras pudo, me miraba, con esos ojitos marrones que no juzgaban, capaces de ver más allá del gesto de una cara. Y en los silencios, también me acompañaba. En la mejor vida de perro que supe darle, se tumba a y me miraba. Que solo el dueño de un perro muerto sabe lo que duele el alma!!! Que hay vidas que no se olvidan, gracias, gracias y gracias.