Anoche soñé,
soñé con un nuevo mundo,
me sentía libre en él, respiraba su aliento,
en sus pulsaciones crecía mi fe.
Era un lugar donde el tiempo no permanecía esclavo de su paso,
donde el lenguaje no hería la sangre con su verbo,
la luz de la mirada amamantaba soledades y silencios
y el dolor apaciguaba las ansiedades.
Sin miedos, solo amor,
sin odios, solo pasión.
Soñé con un lugar donde el aire
sanaba las heridas que sangran y la piel cicatrizaba
con su color las humillaciones de un ayer.
Soñé con un mundo donde el hombre lloraba la lágrima de la mujer,
donde podía despertar sin que el amanecer se vistiese de temor,
donde podía procrear sin lamentaciones,
donde podía mirar al sol sin quemar mis pupilas,
un lugar sin nombre, sin norte ni sur , ni universo… un mundo.
Un mundo que no se rompía,
que estaba ahí, constante y puro
latiendo en su propia naturaleza, en su propio ser,
un mundo que sabía gobernarse, sin leyes, sin mal,
con piedad, en la justicia, en el respeto, en la verdad, en la paz.
Era libre en ese mundo
sin sentir ni padecer la derrota de estar en él.
Estuve respirando ese aire límpido sin contaminaciones,
sentía vibrar la naturaleza en mí
la sentía viva, palpitando muy dentro.
Soñé con un nuevo mundo donde las armas eran abrazos,
donde el hambre, pan
donde una sonrisa, milagro.
Soñé con un nuevo mundo
donde la felicidad era el agua que se bebía entre horas,
donde el mar mostraba toda su especie sin vacilar,
donde la fauna y la flora no mostraban su adiós,
donde la tierra sangraba solo su verdor.
Nadie emigró de su hogar, nadie lanzó la piedra,
nadie protestó, la bomba no explotó, no hubo guerras ni tragedias
no hubo horror, ni desesperación.
No hubo mutilación, violación, no hubo virus, ni plagas, ni desolación
solo era un mundo hecho, un mundo hecho con amor.
Anoche soné…,
y mi corazón se sembró de esperanza.
Era un nuevo mundo…
Fue un sueño.
Fue un rezo.
Y desperté.
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