Bajo el pálido cielo
sobre el húmedo suelo
la mirada pérdida
van quedado los muertos.
La metralla encendida
agujereo sus cuerpos
traspasando sus almas
apagando sus sueños.
Dolor incalculable
tan solo el pensamiento
viaja en la leve brisa
rozando sus cabellos.
Inevitable acaso
ni Dios puede saberlo
golpea el corazón de todos
será cierto, de todos
no lo creo.
Los gestores del pánico
del horror dan de lleno
claman suelo arrasado
van desangrando un pueblo.
Qué pena el desatino
Y las falsas razones
la destrucción masiva
¿Pueden llamarse hombres?
Sobre los cuerpos yertos
entre la densa bruma
germina la esperanza
que alimenta la sangre, la carne de los muertos.