La aurora en mi pecho tibio,
bajo mis pies la suave arena
de un desierto de fantasía
donde una colonia de gaviotas
componen melódicos graznidos.
La misión es humilde y fértil;
llegar al borde del mar, sigiloso,
para gritar un tierno nombre
que me arranca de la garganta
una tristeza frágil, timida, azul…
un océano, para mis palabras,
solidariamente ,acoge mis versos
y las rimas; poesía de mis latidos.
Me fui, con los labios mojados,
Y de la mano del “viento del oeste”.
Antonia Ceada Acevedo