La luna menguante se esconde
tras de la nube opalina,
silenciosa, pasiva, observadora
de la quietud abrumadora
de las calles,
obscuras y desoladas,
de aquel pueblito lejano...
con sus casitas blancas,
tejas rojas sus tejados.
Rompen aquel silencio
el maullar de los gatos,
que reflejan sus siluetas
en las sombras taciturnas
que proyectan los amantes.
¡No necesitan la luna,
para iluminar su porfía!
andan cargando una tula
llena de sueños y venturas.
No necesitan un guía,
más que sus sentimientos,
llevan la luz en sus ojos
refulgiendo las pupilas.
Traen el verdor en sus manos,
de la tierra labrantía,
van sembrando semillas
de rosas y pensamientos.
La noche está obscura,
se escuchan los ronquidos
de los habitantes dormidos...
se escuchan también las risas,
de los que deambulan despiertos
formando algarabía
por aquellos callejones
que siempre están desiertos...
¡Dicen que son fantasmas
que rondan por la comarca!
Pueblito de casas blancas,
con callejas de adoquines...
Pueblito que hace algún tiempo
fue habitado por arlequines.
Felina.