Hay un Cristo
en cada amor,
un Dios herido
en todo suspiro.
Hay un profeta
en cada amante
con una fe divina
sin martirio.
Hay una confesión
en cada beso,
una cruz de brazos
en el delirio.
Hay un cielo en tierra
y sin pecado,
hecho de dos
cuerpos unidos.
Hay un altar
en cada mesa,
un rito de pan
compartido.
Hay un templo
en todo lecho,
donde el mundo
es sí mismo.
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