Quizás eres tu quien viene a verme
-cada vez que el silencio me muerde
como un perro bravo-
en la medianoche,
cuando el aire parece querer arrancarle
a uno el corazón;
Quizás es tu alma que viene con la brisa
que huele a ti
-cada vez que el minutero se hace mudo-
a la una de la mañana,
cuando la sangre se dormita gravemente
y requiere otro calor,
ese otro que se guarda en el recuerdo.
Quizás eres tu -mi pequeña Ada Luz-
con tu suave voz que solo en mis oídos suenan
y me hacen abrir los ojos
hacia el horizonte azul donde la luna brilla,
cada vez que la soledad
me arrastra con el hierro de su pena.
Todo es como si las ruinas y las cenizas
se alzaran -sollozantes- en la penumbra
ante las manos del alma perfumada
que se hizo ángel en una lagrima de amor.