Todas las mañanas regaba mi jardín
con alegría, porque me gustaba;
y también esperaba que tú pasaras,
aunque no me dabas un saludo, pero
mi humilde corazón se contentaba
al verte pasar mujer; una mañana llamé tu atención con una de mis
rosas, pero tú con tu arrogancia fuí
rechazado. Que pena conmigo, que desde
ese día prometí, que jamás tendrías
ni una mirada, ni amistad de mi.
Hoy pasas...cómo miras mi rosal!!
yo como si nada pasara, porque mi jardín es
más hermoso que tu arrogante corazón.