Gonvedo

TRÍPTICO 3

I.

 

Quizás fue la clarividencia de tus manos

pasando páginas a la vida

en la endeble arquitectura del tránsito

de mis desordenados días.

Quizás porque no hubiera entre nosotros

más antagonismo ni otra identidad

que poner fecha a las heridas.

Entonces nos volvíamos hacia ese mar

de pies mojados en la orilla

que tanto empeño manifestaba en separarnos.

Y ese mar calla y aguarda,

y nosotros esperamos que se levante el viento,

en tanto una crepuscular luz

se debate en el corazón de cada hoguera.

 

II.

 

Ahora que tus besos se me hacen más lejanos

y que se me llenan de afueras los adentros,

guardo el sabor de aquel primer beso

dejándome embriagar por el dulce vino del recuerdo.

Un beso que suavemente de nuevo se llegó

para dormírseme en los labios,

para aunar la ceguera con el silencio

y tu ausencia con mi lejanía.

 

III.

 

Cuando se ama, la espera es una noche interminable,

el diluvio y su marea, ese confín remoto

que se halla entre las nieblas del mañana.

Y pienso en ti, en tus ojos que osbservarán

la misma noche que ahora cae cegada a mis pies.

En su desnudo adiós de blancas manos,

las palabras son memoria intacta,

enjambres de vientos adentrándose en el mar.

 

Cuando se ama, solo el amor sabe

del fuego del que nacen las estrellas.