Capto la presencia de ángeles vengadores,
sublimes palomas que en su vuelo agradecen,
y me dan un palpitar de profunda amistad
la cual abrazo enmarañado en consuelo.
Vuelvo por un pasillo visitado,
observo las manchas en esa pared rotosa,
recuerdo cada una, con que instrumentos
fueron hechas.
Abro una puerta
que lleva a un cuarto inaudito,
donde solía guardar
decepciones y futuros promiscuos,
vuelvo a ejercer ese camino de ida y vuelta, una y otra vez,
confundiendo el querer ser con querer estar,
querer amar con querer ser amado,
sin lograr saborear la esencia de los actos.
Me dirijo a la puerta de enfrente,
ese ropero enorme donde están colgados millones de disfraces,
me calzo el más nítido, y parloteo,
soy un falso camuflaje
que no deja ver
al verdadero.
Corrompo moldes mediante salidas,
no obedezco a la impronta que es el besar
y me despido insulso,
salgo despedido y quemo el atuendo,
aunque aún llevándolo puesto...