A menudo pienso que sí, no es posible evitarlo. Crezco sabiendo que he de morir pero lo que más me preocupa es llorar.
Llorar por si un día me voy y no vuelvo, y si vuelvo sentir la nostalgia de los hermosos días qué camine en sus calles.
Un día alguien me preguntó
¿Qué es Aroa?
¿Una noche emergiendo entre monte y culebras?
¿Una vieja manga de coleo, de multitud sedienta y hambrienta y sin salida?
¿Hogar de un parque abandonado por su nación, que ya no tiene importancia?
¿De alli puede salir algo bueno?
Fuere yo de otro sitio. De otro sitio cualquiera. Respondiera con ignorancia, pues me daría igual que sus preguntas bagaran.
Pero no pienso así, yo golpeo mi frente y rechazo a quien habla sin saber que se siente, el vivir rodeado de la naturaleza viva, de noches pacíficas de un pacifico pueblo, de gente trabajadora qué gana el pan en su mesa, de lugares hermosos qué atesoramos como historia, y una historia qué se siente en nuestra piel.
Así es Aroa una aventura increíble, llena de orgullo a los poblanos, lugar de lucha y de dias hermosos qué llegan colmados de claveles colorados.