Y tú
el sabotaje estrés
a veces
un peligro mordido
otro diploma de punzantes pasos
en la marcha del labio
del silencio
de alegría
de una pausa mayor a la acostumbrada
de un adios.
Grande paz
ensanchadas flores
contigo el vaivén del silencio
y el ombligo de la vida
conmigo una gota petrificada
que nadie desea.
Al parecer
la sombra de palmeras
bendice las ternuras irreverentes
presintiendo
la suma del follaje
el oleaje del oxígeno
el chapoteo pasivo de humedad.
Tu nariz fresca y la fracción secreta
de este aliento arrinconado
busca la línea esponjosa
y quipus desenterrados
bautizando arrugas de alfalfas en kilos de amor.
Como un reposo saqueado
mezclas el lago de las hierbas
y la vía del fuego intermitente
al apetecible mercado
de hamburguesas verdes.
Y del rumiar
y del calor amamantado por una vela
hay otro mediodía
que se te acerca presuroso
para marcar altiva
noches silentes y fantasmagóricas.
Los choclos maduros
tienen labios abiertos de recuerdos
suben acantilados
mitad de cuernos colgados
y mitad de agujas prendidas al eclipse.
O del matorral de los huesos
floreciendo un dolor
y apagando una alegría
una emergencia de cicatricez
en el lomo mayor.
¡Ah!
pequeño y desamparado animal
quién no te ha visto
sobrados ojos
y patas prudentes
con ausencias acróbatas
por tu calor de leche amada en teatro de faldas
que eres combustión y naufragio sabemos
y el bello síntoma de tus rumiadas
sobre alfombras tejidas por el cruce de las ramas
espero al final lo imposible
que alguien invente tu habla.
Quedó claro en el paraíso de las cuerdas andinas
que el venado fue una luz del tiempo invadido por surcos
no sé si persisten sus fantasmas en ello
pero el precio de no tenerlo es la venta para olvidarla.
Autor: José L. Condori
Lima 15/03/22 8:13 am