La reina oscura, solitaria en su mansedumbre,
designa largos labios que oprimen velocidades
ausentes. Yo soy comendador de cuervos en el día.
La penumbra me advierte su conservación fósil.
La religiosa protectora. Sustento nocturno
de opacas intenciones, órgano mineral, reducto
de rocas que erosión tras erosión resiste. Sobre
el atril, impecablemente limpio, regia rutina insiste,
y viola mis secretos, devorándolos. Límpida, la roca
persiste, sus labios, la tenacidad de su boca engastada
en mármol.
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