Ya estás distante,
como un beso de despedida.
Ya no dueles, dulce herida; ya no lloras…
Ya no tienes el tiempo en las manos, querida;
solo agua, tierra y raíces podridas
y estás sola, fría y dormida.
Tus sueños quedaron en mis brazos
y en la almohada de la cama que dejaste vacía.
En el suelo, en las paredes; en el techo,
en mi pecho, donde un rosal había,
hoy solo hay espinas.
Yo estoy cansado de mí,
de verme sin ti todos los días;
de no tener tus manos en las mías.
Debo dejarte ir, aunque sienta
que de raíz me arranco la vida.
Adiós, amor mío,
adiós, vida mía.
—Felicio Flores