En la paz de la sosegada alcoba,
sobrevivo en mi dolor y agonía.
A lo lejos se escucha la melodía.
Esa que tú cantas, y me arroba.
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Llegan las notas hasta la almohada
y mi corazón se agita de melancolía.
Cada vez que oigo esa canción mía.
Llegan las notas y me siento amada.
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Revestida de tules y negros mantos,
se corona la noche y evoco tu ausencia.
Al Señor, ruego, envuelta en llantos
y sin reflexión, a Él, le pido clemencia.
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No aspiro a un Altar o ser desposada.
Yo prefiero sorber las aguas del amor;
ya que nunca he aspirado estar casada,
Deseo disfrutar en libertada y sin dolor.
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ábrele a tu corazón la puerta del cariño,
trátalo con obediencia y con devoción;
tal cómo se trata a un venerado niño
y de éste, recibirás toda la aceptación.
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¡Desde la penumbra de un amor cierto,
emerge clara la música, sí hay concierto!