Isabel Beltran

Natalia

Me topé con sus ojos una tarde de viernes

Ausentes de lágrimas, su llanto incesante

Solo había reflejo de miedo, tristeza, vacío

Desvalida y abandonada a su suerte

Acompañada de aquel ángel de la guarda

Que hacía de su boca, sus manos, sus pies

Al tiempo que su cuerpo de mujer se desangraba

Se derramaban también sus esperanzas

Aquello que portaba ingente en sus entrañas

Nunca llegará a conocer la luz del sol

Se estrelló su juventud de veintitrés años

Al pisar la tierra del maná prometida

Su apellido impronunciable, su nombre Natalia