Cada día veo las estrellas en el firmamento.
Se me caen encima como se caen los días que voy viviendo.
Vivas se ven, pero no existen:
Más allá de la suerte o la desgracia de estar vivas,
se están muriendo.
¿Cuántas hay realmente?
Acaso dejaron de existir hace mucho tiempo,
antes de que el hombre y hasta la vida,
surgieran en este mundo nuestro.
Son las verdades más evidentes,
pero son pasado muerto…
Así también han sido los amores locos dejados al tiempo.
Llenan el espacio de nuestras vidas.
Se quedan fijos en la memoria permanente,
y brillan en la oscuridad de nuestra mente,
como estrellas que están y no están,
pero siguen en el cementerio de los recuerdos,
hechos polvo, huesos muertos...
Pero las almas no viven en el tiempo.
Llegan de pronto y se conocen para siempre.
Año tras año estarán allí, en su espacio celeste,
mirando nuestras efímeras vidas
que se encontrarán sin saberlo
en otros tiempos,
como el Sol que sigue su eclíptica repetitiva,
mientras dos almas se besan para siempre
aunque ya no existan las estrellas del firmamento.
Frank Calle (18/ marzo/ 2022)