Yo me quedé en tus ojos
para mirar los riachuelos
y alargar mis días soleados
siempre, desde el mismo puente.
Me quedé en tus labios
y mientras tú me hablas,
yo dibujo lunas blancas
en el huerto de tus palabras.
Así me quedé en tu voz
jugando a ser eterno,
para vagar en torno a vos
como en un día de invierno.
Tu voz... Discreta y distante
como un pensamiento ajeno,
dispuesta a conspirar conmigo
entre sus alambradas pausas...