No aspiro a mayores cosas
y por ellas, no deliro;
vale más un buen suspiro,
al mirar las bellas rosas.
Me encantan zonas boscosas
donde aire puro respiro,
donde las aves yo miro,
que van volando melosas.
Me encanta mirar los mares
y el vaivén de aquellas olas
que chocan con los tapiares
estando un momento a solas
mirando las caracolas
en sutiles despertares.
Me encanta sentir el viento
susurrando en verdes ramas
pronunciando cual proclamas
que de amor fluye contento.
Si una nube en su momento
dibujando va diagramas
me inspira unos epigramas
colmados de sentimiento.
Y en los árboles el canto
de un alegre pajarito
a su trino me levanto
y a su imagen me remito,
en su canto me decanto,
¡Por su canto tan bonito!
¡Qué hermoso el cantar de un río
que viaja por la montaña,
que bajando piedras baña,
con caudal fuerte y bravío!
Mirando el agua sonrío
y su canto no me extraña
si un recuerdo me acompaña
produciendo escalofrío.
¡Ah que bella es la natura
con sus múltiples parajes,
cuando el cielo y sus celajes,
alimentan la ternura!
Y en su lienzo y su pintura…
¡Hay recuerdos de mis viajes!
¡Vivan las fotografías
que se anidan en mi mente,
porque brotan de su fuente
cuando enfrento noches frías!
Recordando cosas mías
que aparecen de repente;
unas me vuelven sonriente…
y otras dan melancolías.
Hoy rescato de mi historia,
lo que aviva mi memoria.
Son recuerdos muy vivaces
y también son muy capaces,
de gestar mis regocijos...
¡Son recuerdos con mis hijos!