Vileza allanada, en tu sendero
omitido, crueldad anticipada:
siempre hordas de ciudadanos,
bien vestidos, empacados, anuncian
debilidad y un reino ficticio. Qué
atropello infrecuente es este?
No, sólo son las salivas de los dioses
magnos. Las perniciosas y ambarinas
derrotas fundamentales. La muerte,
la vida, en consonancia, se alían,
y me devuelven, triste, el corazón
extirpado. Sólo son razones y motivos,
amor derrocado. Y en los labios,
ese singular rastro, que muestra sus vestigios-.
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