Se abre el suelo y no hay silencio. Caída lenta que suena a trueno y huesos rotos. Huesos quebrados a golpes, y luego... nada. No hay dolor, ni miedo, ni aire que el pecho llene, nada. Y ya no eres, ni estás, ni sientes. No ves alrededor las luces ni la gente. No ves tu cuerpo tendido en el suelo. Imposible contorsion. Y ni ángeles, ni demonios, ni luz, ni fuego eterno. Y ya está. Hasta aquí llegaste. Y se acabó. Nada.