Te dejaste querer de tal manera
que jamás de tu amor sentía duda;
y te di de pasión fervor que anuda
sin pensar que mentira apareciera.
Fue tan grande la herida que infringiera,
tu traición, tan mendaz y tan sañuda;
que dejó mi ilusión de fe desnuda,
y llorando en silencio su quimera.
Y por eso, en las noches que la luna
ilumina con luz radiante y clara,
me imagino mirarte en la laguna
donde un día tu encanto disfrutara;
extasiado en tu tersa piel moruna
que con fuego mi anhelo lo saciara.
Autor: Aníbal Rodríguez.