Nacemos buscando el útero perdido, vamos adelante buscándolo. Yendo hacia delante nuestra tendencia es coger cosas, abrimos los brazos para acoger. El primer gesto de un bebé es abrazar. Cuando el bebé nos coge el dedo es una manera de salvarse de la soledad. Empezamos alimentándonos del pecho materno, después el biberón, el chupete, el capuchón del bolígrafo y seguimos buscando llenar ese vacío bucal. Cuando no llenamos este vacío nos volvemos agresivos. Huida hacia delante, buscar cosas y personas para soportar la separación uteral. El placer aparece cuando satisfacemos el deseo de llenarnos. Deseo de saciedad, placer que calma la ansiedad de búsqueda. Ansiedad vacuizante.
—Esta es la nota íntegra que tomé en su momento y la que, por tanto, rige este escrito—
Acoger, ser acogidos.
Amar, ser amados.
Abrazar, ser abrazados.
Llenar, ser llenados.
Desterrado de una patria
oscura, alimentaria, acuática,
de una patria sin tierra
donde di vueltas, y ahora quieteo
sobre el seco marfil de la abundancia.
De una patria perdida forever,
de una patria cuyo desahucio
fue programado por autoridades
sin trajes ni galones, sin reloj ni toga.
Acoger, acogerse; yo acojo, tú acoges,
él acoge, nosotros nos abrazamos
hasta que la muerte nos entierra,
nos separa inexorable del cálido desdén
de una barca amarrada a puerto
al son de un oleaje suave, de brisa sorda,
muda y callada, que consiente el vaivén.
Amar, amarse; yo amo, tú me amas, o no...
o me amaste —el tiempo es caprichoso.
El amor es frágil como la flor azul,
esa que sale de la maceta del balcón
y sabe que el peso del viento la deshoja.
El amor es un tiro al aire, puede ser búmeran
desobediente hasta romper planes,
puede ser marejadilla de verano,
o tremenda rociada que desarbole barcos.
Llenarme, o ser llenado, ¿De qué?
El vacuo vacío es el de la madre
que hecha a ser aceituna rellena
sufre la quirurgia de la desposesión
cuando menos lo desea.
Este vacío pasa en su psicología
al feto y de este al individuo que será
si llega a término —no sé si es cierto
todo lo que escribo o es cosa del momento.
Sí —en mí al menos creo que es verdad—,
soy mar a la deriva, bala perdida,
tren que sin destino corre, torre
que de Pisa se inclina, mina que rompe
tras petardazos de barrena, pena, alegría.
Soy ese niño de cuna blanca y fragante,
soy elefante en una cacharrería, soy fría
y a veces yerma lumbre que busca candela,
soy Mandela, ese negro que con un dedo
quiso tapar el sol y crisol de razas obtuvo.
Ese tubo, que sale de excremento al océano...