La oscuridad, vagaba, sin permiso de la noche.
Discurría, delirante, entre ebrios grises, sueltos.
Arrastrando, su ennegrecido, lamento de muerte.
Quería desvanecerse para siempre...
La luz, quiso consolarla, con su preludio más claro.
Pero al abrirle los ojos, la oscuridad fenece.
Sin ninguna espera. El frío, tomó posesión de las penumbras.
Mientras la tenebrosidad, cubría, la yerta oscuridad.
Con el cantar de las aves…
Llego muy gozosa la aurora, arrebatando su heredad.
La penumbra menguadamente, se escondió entre los cuerpos,
Maquinando en su maldad, juró, deformar todos los cuerpos,
a través de la mismísima luz.
Las luminarias resplandecieron como nunca,
Arrastrando la penumbra sobre tierra.
Desde entonces…
Las sombras, se arrastran,
en silencio, por los muros y los suelos.
Y de nadie... recibe consuelo.
La penumbra. Sola, muy sola...
...perdió la batalla.